Estoy en Pucallpa, en la casa de mi madre, nuevamente parado en la punta de la flecha, cantando los versos…que no quiero ver, contemplando el gran abismo.
Mi relación con las plantas sagradas comenzó aquí, durante mi adolescencia hace unos 35 años. Solo después de varias décadas pude ir comprendiendo los mecanismos de mi mente y como las plantas sagradas pueden ayudar tanto a cristalizar la propia mentira como a propiciar la transformación del ser y la evolución de nuestra conciencia.
Hay quienes consumen drogas o alcohol para intentar evadirse del dolor y hay quienes toman plantas para lograr evadirse del amor, pero ninguno lo logra.... pues hay sustancias que te hacen olvidar y otras que te hacen recordar.
El consumo de las plantas sagradas no te evade del dolor sino que -al igual que en una ecuación matemática- si encuentras el significado positivo de la experiencia “negativa”, lo cancelas, lo anulas, enriqueciendo al ser con un nuevo entendimiento sobre la realidad y sobre todo, sobre tu propia realidad. (Uso la palabra medicinas como sinónimo de plantas sagradas)
Parto del reconocimiento que vivimos influenciados por formas de pensar creadas a lo largo del tiempo. Estas “formas de pensar” o circuitos cerebrales funcionan y cumplen misiones muy parecidas a las de un “chip” en cualquier aparato electrónico. Los chips son un maravilloso invento para controlar las maquinas y sus funciones pero no podemos vivir la vida siendo controlados por nuestros propios chips.
Es una realidad bastante conocida entre quienes estudian neurofisiología que las medicinas crean nuevos circuitos neuronales, nuevas redes, nuevas conexiones que nos permiten pensar de una manera completamente distinta y ver la “realidad” de una manera nunca antes vista. Las medicinas desactivan temporalmente nuestros chips y nos permiten por lo menos, por un momento, percibir el mundo y a nosotros mismos desde una perspectiva muy distante a la habitual.
Independientemente a cualquier suceso concreto que pueda afectar nuestra vida, -desde un simple malestar emocional a un terrible sufrimiento- existe una realidad paralela e interna que más tiene que ver con el manejo de la información y que en resumen puede tomar dos caminos. El mismo hecho puede ser procesado de forma opuesta y generar dos respuestas diametrales que serán grabadas en nuestra memoria y a la vez serán puente y fuente de nuevos circuitos cerebrales. Todo depende del simple hecho de cual camino elegimos tomar en nuestra forma de pensar.
El reto siempre será pensar sano, pensar limpio, positivo, pensar amorosamente,
el “recto pensar” muchas veces referido por Krishnamurti…
Ciertamente pensar de esta manera, demanda una cantidad adicional de energía que hay que tener disponible si queremos darnos el lujo de DECIDIR .Por lo general andamos tan descargados que pensar amorosamente esta simplemente fuera de nuestro presupuesto energético. El modo económico de vivir y de pensar es deslizarnos cuesta abajo sobre los rieles de nuestras viejas formas mentales sin nunca hacer el intento de descarrilarnos, sin nunca intuir que justamente debemos hacer eso para salvar la vida. La energía que fluye hacia abajo tiene como meta la inconciencia, el abismo, se los dice alguien que viene de ahí.
La energía que fluye hacia arriba viene de la madre, de la tierra, es la materia que se eleva, que se transforma, paso a paso, pensamiento a pensamiento.
Decidir que pensar, es el milagro que nos ocurre a todos, todos los días, a cada instante. Todos tenemos nuestros propios chips dominantes y no todo el tiempo estamos lo suficientemente despiertos para intervenir el circuito automático y buscar una mejor forma de pensar y crear emociones más positivas.
Todos los hechos mal manejados van creando memorias, almacenándose en nuestro inconsciente y creando un inmenso depósito de dolor. Estas memorias se activan y se refuerzan unas a otras y actuando subrepticiamente desde el inconsciente condicionan nuestra percepción actual.
Al tomar medicinas uno puede lograr tomar contacto con estas memorias y revivir todos esos momentos dolorosos que han ido definiendo nuestra manera de pensar. Sin embargo el acto terapéutico no se da solo por el mero hecho de revivir un acontecimiento traumático –de ser así esto podría únicamente reafirmar el trauma- sino que se logra ante la posibilidad que nos da la medicina de crear un nuevo circuito de pensamiento que nos permita darle un mejor manejo al hecho en cuestión.
Todas las emociones negativas lo que hacen es encerrarnos en nosotros y cortar nuestra conexión con el universo, con la fuente. La energía ya no fluye, más bien nos intoxicamos retroalimentándonos con nuestros pensamientos negativos. Cualquier pensamiento que genere una emoción negativa es un mal pensamiento y tenemos la obligación de pararlo y encontrar el pensamiento que genere una emoción correcta. Aunque a veces este pensamiento parezca injusto para nosotros, demasiado condescendiente o “jalado de los pelos” nuestro objetivo final es generar una emoción positiva pues con ella es con quien nos vamos a quedar.
De esta manera entendemos como la medicina nos ayuda de dos formas. Ignorando los viejos circuitos mentales -que nos intoxican con emociones negativas- y creando nuevos circuitos que nos dan una nueva oportunidad para reinterpretar los hechos “dolorosos” mal manejados.
Por otro lado al ir eliminando estas memorias de dolor, al ir cancelando esos dañinos modos de pensar nos vamos limpiando y lo que sucede es que vamos a permitir que se empiece a expresar y manifestar todo nuestro potencial. Empezaremos a brillar no por que algún mágico brebaje halla traído algo nuevo o extraño a nuestro ser sino por que nuestro ser se ha despojado de un lastre que lo mantenía atado al “sufrimiento” del pasado.
Así empezamos a dejar de ver la vida según nuestras memorias, a dejar de ver a las personas según las “fotos” que archivamos de ellas y nos permitimos ver la vida segundo a segundo, recreándonos y recreándola permanentemente.
Honrando el tesoro más sagrado que nos entregaron los creadores: La libertad.
La libertad de decidir que quieres pensar.
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