El tabaco y el fuego
web: Cusi Huasi
El fuego era reconocido
por los antiguos habitantes de América como un transmutador y liberador del
poder de ciertas sustancias. Consideraban que hacía las cosas más activas que
pasivas y liberaba la esencia de las substancias. Por eso es que quemaban y fumaban
una gran variedad de sustancias. Tenían diferentes mezclas fumables dependiendo
de las necesidades del ritual y de la estación. Muchas de las variedades
utilizadas se han extinguido o sus propiedades han sido olvidadas.
El tabaco era utilizado por sus
propiedades para parar el pensamiento, enfocarse y centrarse en uno mismo, lo
cual era una preparación previa para poder escuchar a los espíritus guías, a
los espíritus de la naturaleza y a los seres que habitan en otras dimensiones o
planos de conciencia. El tabaco servía como preparación, pero no abría las
capacidades para escuchar a estos guías. Para esto se añadían otros
ingredientes.
El tabaco sólo constituía entre el 5 o
máximo el 10% de la mezcla para fumar. Los antiguos habitantes creían que las
plantas nativas de las distintas regiones estaban creadas por los espíritus de
la naturaleza para satisfacer las necesidades específicas de las personas y
animales nativos de cada área, por eso es que las diferentes tribus hacían uso
de diferentes plantas, dependiendo de cuáles eran las que crecían en la
localidad y del propósito de la ceremonia. Los chamanes eran quienes sabían
cuáles usar en cada ocasión.
La salvia, de la cual hay por lo menos 20
distintas variedades, era considerada especialmente útil en los rituales de las
mujeres. Otros ingredientes comunes eran lavanda, girasol, cortezas de
distintos árboles y plantas secas y pulverizadas con propiedades psicoactivas.
Cada una de ellas era recogida con
reverencia por los chamanes que sabían cuáles eran sus poderes, cuándo podían
ser recolectadas y cómo secarlas al sol para que absorbiera sus propiedades
energéticas. En los rituales de preparación, el tabaco y todas estas plantas
eran alterados, purificados y elevados de vibración con la ayuda de las
plegarias e invocaciones a los espíritus. Además, las piedras con las que
tradicionalmente se manufacturaban las pipas eran en sí mismas transformadoras
de la energía del tabaco y las demás plantas. Esto era parte del ritual y parte
de lo que las hacía efectivas, ya que actuaban químicamente como liberadoras de
las sustancias psicoactivas de ciertas plantas.
Otra parte importante de la sacralidad de
fumar era que se realizaba en grupo, dentro de una ceremonia, para estrechar
los lazos entre unos y otros. Esto se hacía para mezclar e integrar las
energías al inhalar el mismo humo. Al término de una guerra tribal, pasar la
pipa de la paz era una forma de cimentar la unión, de dejar ir las diferencias. No obstante:
Cuando los nativos americanos introdujeron el tabaco a los inmigrantes
europeos, deliberadamente dejaron fuera la salvia y otros ingredientes
cruciales para alterar la conciencia. Por una parte, lo hicieron debido al
principio espiritual de no dar a conocer sustancias alteradoras de la
conciencia a los no despiertos espiritualmente. Los nativos americanos vieron
rápidamente que, aunque los europeos habían superado la pobreza y eran
técnicamente adultos, sufrían de un curioso y más bien trágico retardo
espiritual. Los europeos no tenían visiones, no se podían comunicar con los
espíritus de sus ancestros, y no sentían la divinidad de los cuatro elementos.
No sólo carecían de estas habilidades perceptivas, de las cuales ocasionalmente
algunos nativos americanos carecían, sino que además ridiculizaban
arrogantemente a quienes podían percibir tales cosas. Claramente los europeos
no estaban listos para los rituales en los que se fumaban estas plantas.
Los nativos norteamericanos estaban intensamente
conscientes del uso correcto del tabaco. Era visto como un regalo sagrado del
mundo del espíritu.
La frecuencia correcta de uso del tabaco es de una vez
por semana y la hora correcta para utilizarlo es al atardecer.
Hay algo en el fuego, algo en la hierba ardiendo que
abre sentimientos propios del corazón. Fuego, humo y aroma son los tres
elementos que conforman la llave a la puerta de la relajación y la paz fuera
del tiempo.
Para que el
tabaco no entre en vuestros sistemas, podéis llevar a cabo el mismo ritual
quemando hierbas, especias o incienso y pasándolo en círculo. Quemar tabaco
puede ser el estado intermedio entre fumarlo una vez por semana y el último
paso de quemar incienso simplemente.
“Mientras la pipa se llena de tabaco sagrado, se
ofrecen plegarias por todos los poderes del universo y por la miríada de formas
de la creación, cada una de las cuales es representada por un grano de tabaco.
La pipa cargada es, así la “Totalidad”, por lo que cuando se añade el fuego del
Gran Espíritu tiene lugar un sacrificio divino en el que el universo y el
hombre son reabsorbidos en el Principio y se convierten en lo que en realidad
son. Al mezclar su aliento vital con el tabaco y el fuego a través del recto
cañón de la concentración, el hombre que fuma asiste al sacrificio de su propio
yo, o ego, y es ayudado así a tomar conciencia de la Divina presencia que está
en su propio centro. En verdad, con la liberación del humo el hombre es
ayudado, además, a tomar conciencia de que no sólo la presencia de Dios está
dentro de él, sino de que él y el mundo están misteriosamente sumergidos en
Dios. El humo que se eleva hacia los cielos es también, por decirlo así, una
“plegaria visible”, a cuya vista y fragancia se alegra la creación entera.”
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